Es una conclusión comúnmente aceptada que la guerra civil española fue una lucha entre extremos llevada a cabo por fanáticos apasionados de la derecha y de la izquierda, por fascistas contra comunistas, por católicos militantes contra ateos convencidos, por separatistas contra centralistas, por campesinos hambrientos contra terratenientes. No es difícil encontrar los conflictos amargos que parecían hacer la guerra inevitable en los años anteriores a 1936. Sin duda, la guerra civil no era una sola guerra sino muchas, que coexistieron y se solapaban de tal manera que acentuaron el odio. Extremismos que ya existían y hostilidades latentes se vieron estimulados por muchos aspectos de la confrontación. En cualquier guerra se suele dar rienda suelta a los odios reprimidos. Esto se acentuó con el colapso de la legalidad republicana en toda España, al ser sustituida en la zona nacional por militares, curas y falangistas y en la zona republicana por milicias sindicalistas y comités políticos. Fue una oportunidad para vengarse de los resentimientos acumulados. Hubo muchas atrocidades y, junto con las muertes en batalla, provocó el deseo de venganza entre familias y compañeros de las víctimas.
Paul Preston, Las tres Españas del 36, Barcelona, Plaza y Janés, 1998, página 14.
No hay comentarios:
Publicar un comentario