Curso nuevo con viejos problemas
Feliz curso a todos, si el virus nos deja y no ensombrece viejos problemas educativos. Un curso del que se viene hablando desde mayo. Meses enteros sumando declaraciones relativas a ratios, intentos de convertir gimnasios en macroaulas, bibliotecas en usos múltiples, aulas al aire libre y otras «pijotadas» esnobistas en boca de ministra y consejeros. Todos sabíamos en junio que el cupo de alumnos y profesores iba a ser similar al curso anterior, con discretos incrementos, después de quemar en la hoguera de las vanidades mil declaraciones públicas para que las familias queden satisfechas y hablen de los logros conseguidos, y estos comenten y aquellos se fijen solo en las cifras y esos se tranquilicen y los de más allá queden convencidos... Hoy más que nunca nadie habla de los contenidos del aula y de la verdadera tarea del sistema educativo, que es dar y recibir buenas clases. La galería de lo superfluo manda sobre lo sustancial, diseñando una realidad virtual para dar voz a una pandilla de incompetentes que no saben lo que ocurre en el aula, a los que se unen pedagogos de tendencias laxas y lúdicas, como si la escuela fuera un paraíso idílico, alejado de la vida posterior que tendrán que afrontar nuestros alumnos. Ninguna autoridad educativa se atreve a decir a los jóvenes que el futuro no será más feliz, sino más complicado, que para afrontar esa complejidad no hay que jugar sino acostumbrarse al trabajo y al esfuerzo personal; y saber, también, de paso, algo de Historia. Hay que demostrarles que la ignorancia es un arma de destrucción masiva.
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