UN DOGMA DESASTROSO
Cuando en nuestra Europa civilizada se quiere encontrar un rastro de la belleza nativa del hombre, es preciso ir a buscarlo a las naciones en las que los prejuicios económicos no han desterrado aún el odio al trabajo. España, que por desgracia va degenerando, puede presumir aún de poseer menos fábricas que nosotros prisiones y cuarteles; pero el artista se alegra admirando al audaz andaluz, moreno como una castaña, recto y flexible como un tallo de acero; y el corazón del hombre se estremece oyendo al mendigo, soberbiamente cubierto por su capa agujerada, tratando de amigo a los duques de Osuna. Para el español, en quien el animal primitivo no está atrofiado, el trabajo es la peor de las esclavitudes.
Paul Lafargue, El derecho a la pereza, (1880, nueva edición de 1883),
Madrid, Maia Ediciones, 2015, página 40.
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