Don Francisco Giner de los Ríos por Antonio Machado
Era
don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad;
pero su espíritu fino, delicado, no podía adoptar la forma tosca y violenta de
la franqueza catalana, derivaba necesariamente hacia la ironía, una ironía
desconcertante y cáustica, con la cual no pretendía nunca herir o denigrar a su
prójimo, sino mejorarle. Como todos los grandes andaluces, era don Francisco la
viva antítesis del andaluz de pandereta, del andaluz mueble, jactancioso,
hiperbolizante y amigo de lo que brilla y de lo que truena. Carecía de
vanidades, pero no de orgullo; convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era
sencillo, austero hasta la santidad, amigo de las proporciones justas y de las
medidas cabales. Era un místico, pero no contemplativo ni extático, sino laborioso
y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y de Iñigo de Loyola; pero
él se adueñaba de los espíritus por la libertad y por el amor. Toda la España
viva, joven y fecunda acabó por agruparse en torno al imán invisible de aquél
alma tan fuerte y tan pura.
De «Idea Nueva». Baeza, 23 de febrero de
1915;
Boletín de la Institución Libre de la Enseñanza, número 664, Madrid,
1915.
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