La enseñanza dice Tomás, es una de las formas más elevadas de la vida espiritual en general, precisamente porque en la enseñanza se unen la vita contemplativa y la vita activa, no al modo de una yuxtaposición externa, no simplemente de una manera "fáctica", sino en una unión natural y necesaria. El verdadero maestro participa una verdad, que primeramente ha comprendido como tal en una mirada puramente receptiva, a otros hombres que igualmente quieren y deben apropiarse de esa verdad. El docente mira, pues, a la verdad de las cosas; éste es el aspecto contemplativo de la enseñanza. Es también el aspecto del silencio, sin el cual la palabra del maestro no tendría ascendencia y sería aspaviento, charlatanería, cuando no engaño. Pero el maestro mira al mismo tiempo a la cara de hombres vivientes y se somete al trabajo metódicamente disciplinado y fatigoso de explicar, mostrar, y transmitir. Donde no tiene lugar esa mediación, no existe la enseñanza. Uno es tanto más maestro cuanto más intensivamente y apasionadamente viva estos dos rasgos; por una parte, la relación con la verdad, la facultad de la silenciosa aprehensión de la realidad; por otra parte, el asentimiento de los oyentes y discípulos. Y se puede decir que Tomás ha realizado efectivamente ambas cosas en su persona con una gran intensidad.
Josef Pieper, Introducción a Tomás de Aquino. Doce lecciones,
Madrid, Rialp, 2005, páginas 109 y 110.
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