De modo que, entre 1898 y 1912, José Canalejas se erigió en uno de los protagonistas indiscutibles de la reforma política en España. Para ello reinterpretó la tradición progresista y la herencia del Sexenio y dio un giro democrático al liberalismo de la Restauración asentándolo sobre nuevas bases programáticas que nacían de una raíz común: la defensa del Estado. La regeneración de España, su resurgimiento como nación poderosa y respetada tras el Desastre, debía partir de esa premisa estatista: "Si hay algo que pueda salvar en España intereses morales, intereses materiales; si hay en la hora presente algún apoyo donde sentar el pie con firmeza para la reconstrucción de la Patria -afirmaba en 1907- es, a mi juicio, la soberanía del Estado". Una convicción que se desplegó en tres dimensiones ideológicas y prácticas distintas pero inseparables: la afirmación de las prerrogativas del poder civil frente al clericalismo, la intervención estatal en las relaciones sociales y, como suma de sus preocupaciones, la fusión de todas las energías nacionales en torno a la Monarquía. Esta última faceta, identificada con un pujante nacionalismo español, apenas se ha subrayado en los estudios acerca del político liberal; y sin embargo acabó dominando a las otras en su etapa de Gobierno. Canalejas fue, a la vez, anticlerical católico, intervencionista liberal y, de manera creciente y decisiva, nacionalista monárquico.
(Javier Moreno Luzón, José Canalejas. La Democracia, el Estado y la Nación).
Javier Moreno Luzón (Ed.) Progresistas. Biografías de reformistas españoles (1808-1939),
Madrid, Taurus, 2005, páginas. 171 y 172.
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