martes, 14 de mayo de 2013

POMPONIO MELA

Aquí tenemos a otro español ilustre, (...). Se llamó Pomponio Mela, que era de familia rica, por lo cual se dedicó a viajar. Pero sus viajes no eran de "turismo", como decimos ahora. No eran viajes para divertirse, sino para aprender cosas y después escribirlas.
Su primer viaje comenzó por las costas de África y acabó nada menos que en el Océano Índico. Este viaje no estuvo libre de peligros, porque tropezó con muchas tribus salvajes y con parajes pestilentes que acarrean terribles enfermedades. Pero Pomponio no se arredraba. Tenía alma viajera y nada existía capaz de detenerle.
Luego que terminó todos sus viajes, escribió un libro titulado De situ Orbi, en el que describe todo lo que vio, tanto de Europa como de África y del Asia.
Es un libro curiosísimo porque describe la forma de los poblados, la manera de construir las viviendas, el modo de ser de sus habitantes, los vestidos con que se cubren, los alimentos que toman, la caza o la pesca, a que se dedican, su manera de combatir las enfermedades, además de sus costumbres, juegos y danzas. También nos cuenta la religión, que profesan, los ídolos que fabrican, las ceremonias del culto, su manera de morir y otros muchos detalles llenos de interés.
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Su libro fue muy leído, tanto en la Bética como en Roma; porque no era frecuente que los romanos y los meridionales de España hiciesen tan largos viajes. Y aunque los hubieran hecho, no hubieran tenido las dotes descriptivas de Pomponio Mela, porque no es lo mismo ver las cosas que saber contarlas. Y nuestro autor las narra con mucha sinceridad y mayor claridad, de tal manera que todo el mundo las entendía.
El caso es que Pomponio Mela hizo avanzar muchísimo la ciencia geográfica, porque sitúa muy bien las naciones visitadas, sus límites, los países vecinos, fronteras, montañas y ríos, así como los mares que bañan sus costas. Nada se escapa a la sagacidad del viajero.
Si se tiene en cuenta la época en que Pomponio Mela hizo sus viajes, o sea en el primer siglo de la era cristiana, se comprenderá el mucho mérito que encierra su libro, y nos explicaremos que en pocos años se hicieran varias copias de él.
Antonio J. Onieva, Cien figuras españolas
Hijos de Santiago Rodríguez, Burgos, 1962, págs. 8 y 9.




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