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Intentó tranquilizarse. No era la primera vez que comprobaba con sorpresa
hasta qué punto era vulnerable. ¡Cómo reaccionaba ante la menor palabra de
reproche, ante la frialdad de una mirada!
- Pero me importa
un bledo toda esta gente –murmuró enfadado-. Me importan un bledo –repitió
varias veces con violencia.
Irène Némirovsky, Los perros y los lobos,
Barcelona, Salamandra, 2011, página 199.
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