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La inestabilidad de la República convenció a la burguesía de la necesidad de recuperar la Corona en la persona de Alfonso, hijo de Isabel II. El manifiesto de Sandhurst, donde el joven príncipe anunciaba su intención de gobernar constitucionalmente, y el trabajo de Cánovas del Castillo reunieron en torno suyo las renovadas expectativas borbónicas, coronadas por el acelerado pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto.
La restaurada monarquía no podía gobernar con ninguna de las constituciones precedentes, de tal forma que Cánovas del Castillo, el gran artífice de la vuelta de los Borbones españoles, vio en la redacción de una nueva la oportunidad de acabar con el excluyente monopartidismo isabelino y eliminar cualquier tentación revolucionaria que pudiera poner en peligro la paz burguesa recién conquistada.
El conservadurismo de Cánovas impregnaría la Constitución de 1876, que recogió la idea de soberanía compartida entre la Corona y las Cortes, lo que permitió al rey asumir todos los poderes otorgados en 1845 más el mando supremo del ejército.
Fernando García de Cortázar,
Historia de España desde el arte, Planeta, Barcelona, 2007.
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