Muerte de Manuel Gutiérrez de la Concha. Por Joaquín Agrasot. Palacio del Senado, Madrid. |
Con su carga social y anticlerical, la revolución de 1868 permitió a los carlistas alzarse con la alternativa al trono vacío y presentarse ante la Iglesia y la burguesía conservadora como baluartes del orden y la religión. Después de algunas intentonas fallidas, la guerra civil volvió a desatarse en 1872, casi al unísono de la cubana y a finales de 1873, con excepción de las grandes ciudades, los carlistas ya se habían adueñado del País Vasco y Navarra.
Exultantes, los jerifaltes tradicionalistas caen, como en la primera guerra carlista, en la trampa de Bilbao, la villa liberal que resiste numantinamente hasta que el general Concha consigue liberarla. Disensiones intestinas en la corte y los cuarteles del pretendiente Carlos VII y el imparable empuje de los generales Martínez Campos y Quesada en Estella y Montejurra propiciarían la derrota final de los cruzados de la causa.
Fernando García de Cortázar, Historia de España desde el Arte, Barcelona, Planeta, 2007.
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