La guerra de emancipación de España en América divide los tiempos en dos -antes y después de la Independencia-, a cada uno de los cuales se tiende a darle cargas ideológicas polares: antes de la Independencia todo era oscuridad, servidumbre, sumisión a la monarquía absoluta; con la Independencia surge la luz, la soberanía nacional, la libertad republicana. En este sentido, Bolívar y su generación adquieren el significado de salvadores y de héroes que dividen la historia, sacando a los pueblos de las tinieblas, fundando naciones y abriendo el camino hacia la libertad. Así, es visto no sólo como el fundador de la patria, sino como el que constantemente la fundamenta, como el arquetipo al que hay que volver permanentemente para reencontrar el camino recto, el pensamiento lúcido, la norma moral. De este modo se convierte en eje de una religión patriótica sobre la que se sustenta la comunidad nacional o, para ser más exactos, las comunidades nacionales de los países bolivarianos, por encima de la diversidad de tendencias y de particularismos de intereses. Pero si bien la religión de la patria es históricamente necesaria para asentar sobre sólidas bases el proyecto vital de los pueblos nuevos, en cambio no es menos cierto que tiende a desviar la recta perspectiva historiográfica, la cual trata de conocer "como fueron propiamente las cosas" y no de formular una imagen del pasado que sirva de supuesto para enfrentar los problemas existenciales.
Graciela Soriano, Simón Bolívar. Escritos políticos, Barcelona, Ediciones Orbis, 1985, página 14.
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