APOYAR A LOS EMPRENDEDORES
Las economías planificadas de todo el mundo han fracasado y todos sabemos que dependemos de la iniciativa de los empresarios privados que ponen en juego sus ideas y su dinero. A menudo se retrata a los empresarios como a tíos gordos que fuman puros y que explotan a los trabajadores (hay algunos así, claro). Pero nuestro futuro pertenece a la iniciativa privada y depende de los jóvenes que, cuando terminen sus estudios, decidan montar una pequeña empresa, que si funciona bien puede acabar siendo una gran multinacional, como Amazon o Zara. Necesitamos que los jóvenes empiecen a montar empresas, al principio quizá entre dos o tres amigos, para luego ser siete u ocho y, si dan en el clavo, acabar siendo 300 o 3.000. Todas las empresas grandes empiezan siendo pequeñas.
Sin embargo, para que puedan hacer esto, no hay que poner dificultades innecesarias. No hay que regalar el dinero, pero hay que evitarles problemas inútiles. Por ejemplo, en Estados Unidos, cuando un emprendedor fracasa, los activos de la empresa se liquidan y se reparten para pagar una parte de las deudas. Pero el resto de las deudas se cancela y así el emprendedor tiene una nueva oportunidad. La historia empresarial de Estados Unidos está repleta de emprendedores que han acertado solo después de una quiebra. Henry Ford quebró antes de fundar la Ford Motor Co., H. J. Heinz antes de inventar el ketchup, Milton Hershey antes de lanzar sus barritas de chocolate, Walt Disney antes de inventar a Mickey Mouse.
Jorge Juan, Economía de urgencia, Ariel, Barcelona, 2013, página 124.
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