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Pudimos haber ganado, sí señor, aunque quizá mejor que no ocurriera. Tiemblo pensando lo que hubiera sido del país con esa caterva de inútiles que rodeaban al rey… España es una nación cansada sobre la que ha llovido demasiado dolor. Un todo siempre en lucha con sus partes. Un cuerpo en perpetua discordia con sus propios miembros; un río que no encuentra sus afluentes. El resultado es una tensión insoportable que algún día nos hará saltar por los aires. Entonces todos seremos más débiles y peores, una presa fácil para cualquiera. (…)
Aunque suene a cosa rara, y más desde esta tierra inglesa verde y blanda, empapada de humedades a todas horas, tengo para mí que España no es un país fanático. De serlo, habríamos vencido. La gran masa de la nación apenas se interesó por nuestra guerra. Maldecía a los dos pretendientes al trono, sin olvidar al Papa, que también intrigó lo suyo, por no hablar de las inflamadas pastorales de algunos arzobispos, como el de Valencia, López Sicilia, un poco antes de empezar la guerra; y no digamos las del obispo de Solsona; pero también hubo almas buenas que intentaron apagar la hoguera con exhortaciones fraternales que de poco sirvieron, pues los dados de Marte ya estaban echados y la carnicería parecía imparable. (…)
Pero eso, ¿Qué importancia tiene ahora? Los jóvenes ni se acuerdan. Fuimos una camarilla política de ratones y un ejército de gigantes, pero en este caso, al final, los ratones se comieron a los gigantes, aunque bien pensado tampoco es que les fuera muy bien a los del otro bando, un ejército minado por las logias, con una reina niña y una madre regente casada en secreto con un tal Muñoz, capitán de su Guardia de Corps, que mandaba a su abundante prole a criar al campo, y cuyo nombre circulaba en coplas para regocijo de la plebe, como esa que cantábamos nosotros:
Clamaban los liberales
que la reina no paría.
¡Y ha parido más muñoces
Que liberales había!
Fernando Martínez Laínez, El rey del Maestrazgo. Luces y sombras del caudillo carlista Ramón Cabrera. Barcelona, Ediciones Folio, 2006, págs. 10, 12 y 14.
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