A lo largo del reinado de Fernando VII, la tensión entre el antiguo régimen absolutista y el liberalismo había desencadenado una serie de bandazos a un lado y a otro. En tiempo de Isabel II, 1833-1868, se realizó el primer ensayo duradero de una monarquía constitucional, aunque la inestabilidad de las constituciones ponía en evidencia la inmadurez del sistema: tres constituciones estuvieron vigentes sucesivamente en esos años, las de 1812, 1837 y 1845. También se alternaron en el poder tres partidos de gobierno, los progresistas, los moderados y la Unión Liberal, cada uno de ellos respaldado por una espada, las de Espartero, Narváez y O'Donnell. Las espadas proporcionaban el suplemento de soporte social que no daban las débiles clases medias españolas. El gobierno debía ser expresión e intérprete de la voluntad nacional. Pero ¿De dónde emanaba la voluntad nacional?
Vicente Palacio Atard, Nosotros, los españoles. Una breve historia de España,
Barcelona, Planeta, 1991, página 193.
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