Aunar en una sola fórmula expresiva la idea de "Historia" y el atributo de "Contemporánea" semejaba una empresa tan quimérica como tratar de hallar la cuadratura del círculo. Y ello porque ambos conceptos remitían a campos semánticos enfrentados y difícilmente conjugables.Por una parte, por razón y convención, el vocablo "historia" designaba desde la Antigüedad Clásica una realidad humana pretérita, perfectamente acabada, un tiempo finito y pasado que es irreversible, inaccesible e inmodificable (una dimensión temporal opuesta y configurada frente al presente vivo y a la expectativa de futuro venidero). Por otra parte, la voz "contemporánea" denotaba etimológicamente un tiempo presente para el observador y testigo (cum y tempus: de su tiempo), una dimensión cronológica ya no pretérita, sino en curso de desarrollo presente y en proceso vivo de construcción y despliegue.
Enrique Moradiellos, La historia contemporánea en sus documentos,
Barcelona, RBA, 2011, página 13.
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