martes, 7 de mayo de 2013

WILSON (II)

La deslealtad produce deslealtad. La violencia engendra violencia. La paz, soñada por Wilson como unidad y de duración eterna, no es más que una obra imperfecta, porque no ha sido formulada pensando en el futuro, ni ha sido creada a partir del espíritu del humanitarismo y de la materia pura de la razón. Una ocasión única, tal vez la más decisiva de la Historia, se ha malgastado de una manera lamentable. Y el mundo, desilusionado, de nuevo sin dioses en los que creer, lo percibe de un modo sordo y confuso. El hombre que regresa a casa, en otro tiempo recibido como el salvador del mundo, para nadie es ya un redentor, sino simplemente un hombre cansado, enfermo, alcanzado por la muerte. Ya no le acompaña ningún grito de júbilo. Ninguna bandera se agita a su paso. Cuando el barco zarpa de la costa europea, el vencido aparta la mirada. Sus ojos se niegan a mirar atrás, a nuestra desdichada tierra que desde hace siglos anhela la paz y la unidad y que aún no las ha conseguido. Una vez más, en medio de la niebla, se desvanece en lontananza la eterna quimera de un mundo humanizado.

Stefan Zweig, Momentos estelares de la humanidad. Catorce miniaturas históricas.
Wilson fracasa 15 de abril de 1919.
 Barcelona, Acantilado, 2002, página 305 y 306.

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