martes, 24 de abril de 2012

PERSONA

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Francis Browne

En estas fechas en que el Titanic cumple el centenario de su trágico naufragio, muchas de las imágenes que nos narran la vida cotidiana a bordo, se las debemos a este jesuita que tuvo la suerte de sobrevivir.
Francis Browne pasa a la posteridad por sus dotes de trotamundos y de capellán en el frente de batalla. También, por su afición a la fotografía.
Frank abordó el Titanic en Southampton, la tarde del 10 de abril de 1912. Junto con él iba ese instrumento inseparable que dará cuenta de sus travesías, su cámara fotográfica. Heredero de una tradición espiritual que invita a recrear con la imaginación, y a detalle, escenas bíblicas –como si presente se hallase–, desarrolla especial sensibilidad en la mirada.  Lo que sus ojos captaron ayudaron mucho a James Cameron, décadas después, para el desarrollo de los vestuarios y los sets de la película “Titanic”. El jesuita fue retratando lugares, personas y momentos  –los últimos de muchos pasajeros–. Visitó el gimnasio, el comedor, caminó por las cubiertas, a veces pedía a los viajantes posar ante la cámara. A todo y a muchos tomó fotografías.

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