Según la tradición, un solo personaje fue el creador de las instituciones y organización política espartanas: el sabio legislador Licurgo, que vivió en el siglo IX antes de Cristo. Consciente de las duras condiciones que imponía a sus conciudadanos, pero convencido de la necesidad de ellas, logró la promesa de los espartanos de que las mantendrían en activo hasta que él regresara de un viaje. Acto seguido se internó en el templo de Artemis Ortia y se dejó morir de hambre. De esta manera su Constitución sería para siempre y permanecería inalterable.
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La realidad es que las leyes de Esparta se forjaron a lo largo de un proceso que debió durar siglos.
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